En algún
lugar de la costa, de cuyo nombre siempre he de acordarme, siempre me veo
envuelto en sus callejuelas en lo mas profundo de mi sueños, donde las
infinitas puertas del Callejón
de los Mártires solo me
llevan a recuerdos que no tengo memoria de ellos.
Mis
memorias no son de nadie, pero tampoco son mías; son memorias de una
colectividad, y yo solo una sombra que se mueve en tiempos que pasaron pero que
aún siguen transvasando el flujo del espacio y tiempo. Estoy viviendo mis
recuerdos todas las noches pero no sé son míos o si son de ellos?.
De
pronto mis recuerdos están entrelazados en una colectividad de gente, yo soy la
fracción de muchos otros, y de pronto yo soy un recuerdo de alguien mas, existiendo
vagamente en la memoria de otra persona. De pronto eso es lo que soy yo una
memoria y nada más.
El
conjunto de nuestros recuerdos está basado en las influencias de nuestros
sentidos, la parte sensual de nuestro sistema motor y al mismo tiempo la
influencia de otras personas en nuestra vida, así como Dulcinea era el punto
central de la sanidad del Hidalgo. De pronto todos afrontamos los molinos de viento que
representan nuestros demonios, igual con una lanza, pero más que todo con la
fortaleza de vivir el día a día, y saber que aprendimos de nuestros recuerdos.
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